Texto: Melvi Rico & Lise Josefsen Hermann @lisehermann

Fotografía: Sara Aliaga @sarawayraphoto

Visitamos una comunidad en la amazonia boliviana considerada altamente vulnerable. En medio de la pandemia el pueblo Yuqui con solo 360 personas, se encuentra en alerta. Unidos por el mismo propósito, el de sobrevivir, conservar su cultura e identidad – y al mismo tiempo se ve gravemente afectada a su estado de salud y su territorio amenazado por acciones ilegales como la deforestación.

Ingresando a la comunidad de Bia Recuaté, donde vive el pueblo Yuqui, se atraviesa por senderos y caminos estrechos. Es donde se empieza a sentir el olor húmedo de la selva amazónica y al recorrer por varios kilómetros de naturaleza, se va percibiendo que el tiempo no existe. Este mismo bosque ha sido testigo de lucha de supervivencia del pueblo indígena de los Yuquis, quienes la cuidan y han generado una conexión tan profunda con la flora y la fauna que los rodea. Desde el periodo de los primeros contactos en los años 1960, los habitantes, en un intento por conservar su identidad, adoptaron en sus nombres y apellidos – en su lengua Yuqui – todo aquello que es parte de su ecosistema, como las flores, las frutas y los animales.

El pueblo Yuqui vive principalmente en la comunidad Bia Recuaté, en la provincia Chapare, conocida como la principal región en producir la hoja de coca de Bolivia. Coca, que según cifras oficiales de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) y del Estado Plurinacional de Bolivia, en su gran mayoría está destinado a producción ilegal, vinculada al narcotráfico.

La comunidad se encuentra a unos 260 kilómetros de la ciudad de Cochabamba. Se ingresa a través del Puente Roto, pasando por varios pueblos habitados por colonos, personas que migraron desde otras partes de Bolivia. Es un territorio donde conviven al menos tres pueblos indígenas diferentes, los Yuquis, los Yuracarés y los Trinitarios.

El territorio es nombrado oficialmente “TCO Yuqui-CIRI”, TCO significando Tierra Comunitaria de Origen – ahora denominado TIOC – Territorio Indígena Originario Campesinos.

Existen 298 TCOs o ahora TIOCs en Bolivia y representan aproximadamente un 25 % de la amazonia boliviana. Son territorios destinados para pueblos indígenas y tiene como característica principal el derecho colectivo sobre el territorio a diferencia de las propiedades individuales. Estas áreas son reconocidas por la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia.

El TCO Yuqui-CIRI consiste en 125.000 hectáreas en total. Quizá suena a mucho para pocos miles de indígenas, pero la idea es que puedan seguir conservando su cultura y manera de vivir como cazadores y recolectores – así como lo han hecho por centenares de años.


El nuevo enemigo que asecha

El pueblo Yuqui es uno de los pueblos indígenas más pequeños de Bolivia con tan solo 360 habitantes. Según antropólogos y la organización indígena de las tierras bajas de Bolivia, CIDOB, el pueblo Yuqui es considerado altamente vulnerable y en la categoría de Contacto Inicial.

Nos encontramos con Carmen Isategua “cacique mayor”, que es la autoridad máxima de la comunidad. Con sus 35 años y el rostro preocupado, nos relata con una mirada tenue como el Covid-19 enfermó a la comunidad:

“Pero no hemos muerto porque somos fuertes,” dice Carmen Isategua.

Los Yuquis luchan de frente y no temen a nadie, ni a la muerte. Ya sean luchas contra invasores o contra enfermedades de afuera como la tuberculosis o el Covid-19.

Según datos oficiales del Secretario de Salud de Bia Recuaté, Leandro Quispe, hasta finales del mes de octubre se ha registrado 19 casos de Covid-19 positivos y un muerto en la comunidad. La amenaza del Covid-19 ha llegado a preocupar hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que en junio advirtió mediante su cuenta oficial en Twitter que el pueblo Yuqui están en “grave riesgo” por la pandemia “que podría representar un grave riesgo para la supervivencia del pueblo indígena.”


Toda la familia acompañando el enfermo en el hospital

Carmen nos relata que cuando un familiar Yuqui está internado en algún hospital fuera de la comunidad, ellos tienen la costumbre de estar al lado de la persona enferma hasta que la misma sea dada de alta.

Ella se molesta ante la incomprensión de los Abba (en el idioma Yuqui significa persona externa a la comunidad), y los profesionales de salud que no les dejan quedarse junto al enfermo.

Cuando nos enférmanos no va uno, va toda la familia a vigilarle porque esa es nuestra costumbre. En cambio, los Abba se enferman y lo dejan a sus parientes. Nosotros no somos así. Se enferman y los perseguimos. Los miramos que le están haciendo, hacemos el seguimiento de ellos, estamos al lado de ellos,” nos cuenta con un tono firme y protestante.

Durante nuestra visita a la comunidad Yuqui observamos como la esencia del pueblo nómada sigue intacto hoy en día. Es casi que imposible saber dónde un Yuqui se va a encontrar mañana, son libres y no siguen lógicas citadinas. Por ejemplo, el tiempo, en Bia Recuaté parece tener otro ritmo y otro tipo de planificación.


La muerte – un asunto colectivo

Los Yuquis tienen una visión colectiva y profunda de la muerte en comparación de la sociedad urbana. Por eso la muerte de una persona se convierte en una pena colectiva que involucra a toda la comunidad. Como muestra de respeto y dolor por el luto pueden dejar de comer durante días.

Es una tristeza recordar – muy doloroso. Un hermano que perdamos aquí – es como perder cien Yuquis,” nos relata don Jhonathan Isategua, 52 años, ex cacique de la comunidad.

Para el pueblo Yuqui la llegada de la nueva enfermedad, Covid-19, causó mucho miedo al principio. Como fue el caso para muchos pueblos indígenas en la Amazonia, los Yuquis usaron la estrategia de aislamiento voluntario, es decir evitar contacto con personas de afuera.

Pero no solo les protegió del riesgo de contagiarse, también conllevó a una crisis alimentaria para los Yuquis.

Al cumplir con el aislamiento los dirigentes no pudieron salir a comprar alimentos, que distribuyen comúnmente a los pobladores. Como resultado no pudieron alimentarse correctamente, debilitándoles aún más a su estado de salud ya vulnerable.

Antes de la llegada del Covid-19 el pueblo indígena ya estaba sufriendo por distintas enfermedades de base, que colocó su estado de salud en una posición sumamente vulnerable ante el Covid-19.

La comunidad ya tiene varios casos de tuberculosis, así como también muchos sufren de anemia y de micosis.


Luchando por la luz

Si bien es una comunidad que actualmente conserva las tradiciones de cazar, pescar y recolectar frutas, también complementan su alimentación con otras cosas. Pero ahí hay un problema. Con el calor inmenso característica de la selva se necesitaría poder enfriar la comida, para poder preservarla. Pero Bia Recuaté no cuenta con energía eléctrica.

El único punto de conexión a la electricidad e internet de “forma intermitente” queda en un pequeño corredor del aula en el colegio, a través de un alargador eléctrico de tres enchufes. Algunos pobladores que cuentan con teléfono celular, y el personal de salud acuden al lugar a cargar sus aparatos electrónicos y tratar de captar un poco de señal telefónica, que muy escasamente existe.

Esta situación ha generado versiones y puntos de vista diferentes con relación al acceso de este servicio básico que es la luz. Algunos comunarios – en su mayoría jóvenes – manifiestan que es muy importante y necesario este recurso. Por el otro lado la cacique mayor como autoridad manifiesta que acceder a electricidad afectaría a la economía de las familias que no tienen recursos para pagar las facturas mensuales, resultado del congelamiento de sus recursos del Plan de Manejo.

La profesional de salud de la comunidad señala que un tema más importante que la energía eléctrica es el agua potable:

“Si bien cuentan con agua del rio Chimoré, sólo les sirve para bañarse y lavar ropa,” dice doctora Gimena Torrico.

El río está contaminado a causa de las aguas servidas provenientes de pueblos aledaños, y al tomar el agua la población Yuqui se arriesga a contraer distintas enfermedades estomacales.


Territorio amenazado por vecinos y actividades ilegales

Al ser parte del mismo territorio amazónico, el pueblo Yuqui y el pueblo Yuracaré, comparten recursos forestales de su TCO Yuqui-CIRI.

El aprovechamiento de los recursos del TCO ha sido planificado de forma sostenible y responsable. Con apoyo de USAID (La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo), ingenieros forestales y la Organización Indígena Forestal (OIF) Yagua Samu, que se encarga específicamente de la administración del plan de manejo y censo forestal se ha calculado cuantos y qué arboles se puede talar y cuales no se debe tocar, para preservar el equilibrio de la selva.

El Plan de Manejo se monitorea además en colaboración de la autoridad de fiscalización y control social de bosques y tierra de Bolivia (ABT). Pero actualmente este plan de manejo se encuentra congelado a raíz de varios desacuerdos y conflictos entre los dos pueblos indígenas por denuncias de coca ilegal, narcotráfico y tala ilegal de madera.

El ex cacique explica sobre la denuncia de su pueblo: “Ellos trabajan cosas ilegales. Hemos puesto una tranca de control y hemos decomisado paquetes de coca (cocaína). Tenemos muchos problemas con eso. No queremos cosas ilegales dentro de nuestro territorio. También tienen una pista ilegal para estas cosas. Eso no es nuestra cultura. Nuestra cultura es cazar y vivir dentro del territorio para cuidarlo, porque vivimos aquí. Estamos luchando por eso,” dice Jhonathan Isategua.

Pero las autoridades también constataron la presencia del narcotráfico que el pueblo Yuqui denunció. En agosto del 2020, la Unidad Móvil de Patrullaje Rural (Umopar), junto al entonces ministro de Gobierno, Arturo Murillo, descubrieron una pista clandestina que había sido usada para el traslado de droga producida en un laboratorio ubicado en esa misma zona, y que, según publicó la prensa local, habría sido protegida por “un lugarteniente de Evo Morales”. A la vez, el Ministro denunció la tala indiscriminada que se había realizado para la construcción de la pista.


Los Yuquis – un ejemplo de resistencia

Todo esto ha llevado a una situación de emergencia para los Yuquis, ya que áreas como salud, educación y el internado, depende de ingresos del Plan de Manejo. Por ejemplo, con recursos del Plan de Manejo financian el orfanato donde albergan 35 niños y niñas que quedaron huérfanos después de ser azotados por una epidemia de tuberculosis.

En el inicio de la pandemia los Yuquis tuvieron que comprar sus propios medicamentos para poder combatir la enfermedad debido a la intervención tardía de parte de las autoridades gubernamentales.

La pandemia sólo fue la última de una larga serie de amenazas para este pequeño pueblo indígena en la amazonia boliviana. Los Yuquis se sienten gloriosos por haber resistido a tantas pruebas que la civilización le ha dado. Son un ejemplo de lucha y resistencia. Pese a ser un pueblo indígena pequeño, se nota su fuerza y espíritu indomable.

Se enfrenta aguerridamente contra muchos intereses extractivistas como la tala ilegal de árboles, que son el hogar de muchos seres e incluso inspiración de la comunidad para llevar sus apellidos de la flora y fauna de la selva que los rodea. Esa es su forma de resistencia y de seguir preservando su legado. Los Yuquis siguen a pie y siguen perdiéndose en el bosque de un momento para otro. Siguen soñando sobre un mañana junto a su bosque que tanto es una parte de ellos, como ellos es una parte de él.

Este reportaje fue producido con apoyo del Rainforest Journalism Fund en colaboración con el Pulitzer Center.