La Próxima Pandemia

Serie Corona Virus #4

La América Latina que hoy conocemos es fruto de varias pandemias que arrasaron, en muy poco tiempo, al 90% de su población y, con ella, también se llevaron su conocimiento, su cultura y una forma de relacionarse con la naturaleza que, en la actualidad, los científicos descubren extraordinariamente avanzada. Estas poblaciones supieron, desde crear el suelo (la denominada terra preta), a domesticar alimentos que hasta el día de hoy llenan nuestros platos.

Nunca sabremos cuántos millones de personas desaparecieron, los cálculos bailan entre 30 y 90 millones según las fuentes. Sin embargo, parte de la gravedad fue la rapidez con que se dio, pues impidió la transmisión de conocimientos y se perdió definitivamente la manera diferente de relacionarnos con la naturaleza.

Una mirada cuidadosa nos permite encontrar dos elementos de interés. Por un lado, que todas las epidemias fueron importadas, ninguna se generó en América Latina y, segundo, que es precisamente el tipo de relación con la naturaleza la que está en entredicho con las últimas pandemias.  

Epidemias importadas

Cordero del Campillo (s.f.) sostiene que el trasiego humano en el “Viejo Mundo” siempre estuvo asociado a sus animales de consumo y que en éstos estuvo el origen de las pandemias que transformaron la sociedad americana.

La primera epidemia introducida fue la gripe (virus de Influenza, Orthomyxovirus) que hoy se sabe está asociada a cerdos y aves de corral. Asoló la isla de Santo Domingo antes de extenderse por el resto del continente. Se regó con tal agresividad, en una población nunca antes expuesta, que se le identifica como causante de la muerte de un tercio de la población nativa. El tipo A H1N1, que se detectó como causante de la pandemia de 1918 (la gripe española con más de 50 millones de muertos en el mundo), estaba asociado al tipo A (cerdos), al igual que el de 2009 detectado en México y que se calcula que ya ha matado a 200.000 personas. 

La segunda epidemia fue el virus del sarampión (Paramixovirus) que llegó a Santo Domingo, principal puerta de entrada, en 1495. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no reconoció la eliminación del sarampión en Las Américas hasta el año 2000, aunque posterior a esa fecha nuevos brotes surgieron por viajeros que la siguen introduciendo. Antes de la vacuna, el sarampión causaba más de 1 millón de fallecimientos cada año.

Apenas un año después, en 1496, llegó también a Santo Domingo el tifus, causado por una bacteria (Rickettsia) que transmitían los piojos y pulgas contagiados por las ratas. La especie europea (R. Prowazeki) que se transmitió desde el ganado, era 60 veces más mortal (60 de cada 100 enfermos) que la preexistente en América (R. Mooserii). Estas epidemias se difundieron y en 1526 llegó a México para quedarse, desarrollando en 1546 un brote que acabó con más de la mitad de la población. Eran sucesivas, sin tiempo de recuperación. Todas importadas. Venían con los viajeros que durante su transporte se infectaban en el viaje con las pulgas de las ratas; y al llegar a todos los puertos se diseminaron  por todo el continente.

La viruela (un Orthopoxvirus) se calcula que apareció por primera vez en Egipto, entre 10.000 y 3.000 a. C. Se cree que desde las vacas, ovejas o cabras. Llegó a Santo Domingo, con el comercio de esclavos africanos en 1518, en meses acabó con un tercio de la población indígena y de ahí se extendió por el Caribe y, posteriormente, a Guatemala,  México y a todo el continente.

La fiebre amarilla (flavivirus), el Zika, Dengue y Chikungunya, necesitaron de un mosquito, el Aedes Aegypti, también de origen africano, para transmitirse y llegó con el comercio de más de 10 millones de esclavos desde África.

La Fiebre Amarilla (Flavivirus de origen africano), hoy está en 13 países de Latinoamérica, distribuida en zonas boscosas y selváticas. La OMS ha encontrado un aumento de la incidencia de esta enfermedad en los monos, lo que significa un mayor riesgo para su transmisibilidad a humanos. En 2017, Brasil notificó un gran brote de Fiebre Amarilla, con un total de 776 casos de infección y 261 muertes. Así mismo, la OMS, calcula que cada año se producen en el mundo entre 84.000 y 170.000 nuevos casos de los cuales hasta 60.000 son mortales.

El virus del Zika es un flavivirus identificado por vez primera en 1947 en monos de Uganda. Para 1952 ya se identificó en el ser humano en Uganda y Tanzanía. Se dieron infecciones esporádicas en África y Asia. En el 2015, en Brasil, se notificó un gran brote asociado al síndrome de Guillain-Barré y a microcefalias en neonatos. Hasta la fecha, 86 países en todo el mundo han notificado casos de infección por Zika, transmitida por mosquitos, con 34.000 casos identificados en Las Américas.

Chikunguya (Arbovirus) es el nombre en idioma makonde (Tanzania) que significa “enfermedad del hombre retorcido”. Fue detectado en 1952 y se ha extendido a las islas del Océano Índico, India, Sudeste Asiático, Europa y América, a donde llegó en diciembre de 2013. Ya lo han sufrido más de dos millones de personas.

La malaria es un protozoo (Plasmodium) transmitido por el mosquito Anópheles. Al cultivar el ñame se deforestaba la selva africana y con la ausencia de los gorilas se transmitió la enfermedad al ser humano. La malaria ha matado a más gente que la peste y el tifus juntas, y éstas a más personas que todas las guerras (Sitach, 2017). En África todavía mata a más de un millón de personas cada año.   

El cólera (bacteria Vibrion cholerae), es de origen asiático, del Delta del Ganges (Bangladesh e India). Si bien es enfermedad conocida desde hace milenios, en 1817 surgió como la «Primera Pandemia» y a Latinoamerica llegó por primera vez en 1832. Hoy el mundo está cursando la séptima pandemia de cólera, iniciada en 1961 en Sulawi (Islas Célebes, Indonesia), que entre 1991 y 2011, afectó en América Latina a casi 2 millones de personas, con más de 20 mil muertes (letalidad de 1,06%).

Al virus del SIDA (VIH-1) también se le ha identificado su origen en África, en el Congo (1960), a partir de chimpancés, y se considera que ya ha matado entre 36 y 50 millones de personas en el mundo. Su distribución se debió a factores demográficos, consumo de carne de mono, cambios sociales y vacunaciones sin esterilizar las jeringuillas.

Un elemento que llama la atención es que nunca antes, en la historia de la humanidad, se han identificado tantas epidemias diferentes en tan poco tiempo (salvo en el periodo de invasión europea del continente americano). Desde 1918, que se identifica la denominada gripe española, se acercan a 100 millones las personas que fallecieron con ella y las que siguieron: gripe asiática (1957), gripe de Hong Kong (1968), VIH / SIDA (1981), gripe porcina AH1N1(2009), SARS (coronavirus 2002), Ébola (Évolavirus 2014), MERS (coronavirus 2015), COVID-19 (coronavirus 2019) éstos últimos brotes asociados a murciélagos, camellos, monos, pangolines,…

La relación con la naturaleza

Así como en la Edad Media fueron las grandes ciudades comerciales los principales focos de infección de la peste bubónica, y los puertos comerciales sus principales centros de difusión de las epidemias, no es casualidad que el COVID-19 siga en la actualidad la misma ruta que la de la Peste bubónica en el siglo XIV. Desde China viajó a Italia, se infectó Europa y desde ahí, por transacciones comerciales, migrantes que retornan y turistas nos llega a América la última pandemia.

La tala indiscriminada de las selvas, la expansión de los monocultivos, el desprecio por el agua y el suelo, el uso inadecuado y explotación de animales, la ausencia de control de vectores, el mal manejo de desechos, el comercio despreocupado de las personas, y solo centrado en el lucro, poder o dominación fueron parte de las razones para el origen de las epidemias.

El Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España, reconoce hoy que al simplificar los ecosistemas reduciendo el número de especies y al perder biodiversidad, desaparecen especies intermedias que actuaban de barreras, favoreciendo que se entre en contacto con especies que nos exponen. No es en los animales donde surge el contacto o la mutación, es en el uso que hacemos de ellos al destrozarles sus ecosistemas. Una forma de protección sería la transformación de los monocultivos en “bosques comestibles” como la permacultura entiende, pero ¿estamos dispuestos a ello? ¿Lo están las políticas públicas? Hoy nos proponen e imponen los Tratados de Libre Comercio que destruyen la economía campesina, menoscaban la autonomía, y abren las fronteras a los productos industrializados, subsidiados, y con una alta carga de destrucción de naturalezas.

Nos talan millones de hectáreas de nuestros bosques para sembrar transgénicos, sobre todo en el Cono Sur. Nos rocían millones de toneladas de pesticidas en el aire para los cultivos industriales de soja y banano, o para acabar con los cultivos ilícitos. Nos acaban las barreras naturales de manglar que defienden nuestras costas para criar camarones. Nos envenenan millares de hectáreas con agrotóxicos para exportar flores. Nos inundan millares de hectáreas y transforman los ecosistemas para entregar electricidad a las empresas extractivas y agua para sembrar monocultivos. Nos dinamitan el suelo para buscar oro y cobre. Nos contaminan el agua, el aire y el suelo, con los desechos petroleros que las economías extractivas exigen. Ya alcanzamos cifras escalofriantes de cáncer, pobreza y hambre,… Ya tenemos condiciones para que la próxima pandemia surja en América.

Nota

Se recomiendan las infografías de EON y Lepan para analizar las epidemias a lo largo de la historia por su carácter educativo (ver bibliografía).

ACCIÓN ECOLÓGICA

Bibliografía

Virgili, Antoni. 2020. La peste negra, la epidemia más mortífera. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/peste-negra-epidemia-mas-mortifera_6280